lunes, 7 de diciembre de 2009

EL VIAJE DE MI VIDA

He tenido la fortuna de acumular muchas millas a lo largo de mi vida, tanto a título personal como a título laboral, francamente es un lujo que no tengo como agradecerle a la vida, y no me refiero solamente al tema de las millas por si solas, si no a la cantidad de retratos y estampas que llevo guardadas en la memoria recordándome lugares, sabores, olores, culturas, costumbres, logros y personajes que se han cruzado en mi camino y que me han dado la oportunidad de cruzarme en las suyas explicándome, de a poco, la rica diversidad que nos rodea.

Puedo apostar que todos hemos soñado y gritado al mundo cual sería “El viaje de mi vida” y terminamos apuntando en dirección a Paris, Egipto, un crucero por las Islas Griegas, la Rivera Maya, la Patagónia, el Carnaval de Río, Holanda, Canadá, “cruzar el charco” y un sin fin de destinos que seleccionamos como ese que queremos sea el viaje de nuestras vidas, es más nos atrevemos a seleccionar también a la persona con la que nos gustaría llevarlo a cabo.

Pasamos una vida planeando este viaje, desperdiciando energía en un sueño al que pocos tiene la dicha de llegar, aunque todos tenemos la capacidad y la habilidad para lograrlo. Iniciamos un plan de ahorro, acordamos y agendamos fecha para realizarlo, fecha que se posterga año con año por culpa de cualquier pretexto que en su momento nos resulta prioritario, al final de la vida no pudimos realizar ese anhelado “tour turístico” que juramos “llenará de paz mi alma”.

Lo triste de este asunto es que en el empeño de lograrlo vamos dejando de lado grandes viajes maravillosos que tenemos todos los días, a los que sin aparente esfuerzo podemos acceder cada mañana, cada tarde, cada momento, en cada encuentro; el viaje de conversar con un gran amigo y alzar en vuelo la imaginación hasta el punto de estar convencidos de que hemos arreglado el mundo; el viaje de todas las mañanas cuando en el espejo te encuentras siempre al mejor pasajero del mundo, a ese que te llevará a las aventuras más increíbles de tu vida, a ti mismo; el viaje del desayuno que sabe a dicha, el viaje del saber que nuevamente amaneciste, lleno de vida, con la opción de hacer de ese día algo excepcional.

El viaje increíble de recibir un abrazo de tu hija, de tu familia, de tus amigos, la magia de viajar al provocar en alguien, cada día, una sonrisa; de escuchar tu canción favorita, de recibir una llamada inesperada que simplemente te hace compartir un suspiro de emociones, el viaje de saber, al final del día, que has dado el 110% para que tu mundo funcione y el viaje a los brazos de Morfeo con la tranquilidad del tiempo aprovechado.

En fin, el viaje gozoso, en mi caso, de compartir contigo este viaje para intentar lograr que te atrevas a realizar ese “viaje de tu vida” cada segundo de tu vida.

Por cierto ¿Sabes que rico es estar sentado en un equipal, en una sala de juntas reservada solo para mi, con un rico café, teniendo las ventanas abiertas de par en par con vista al maravilloso verde de los cerros de Oaxaca y acompañarlo (aunque de manera virtual) de una mañanera y reconfortante plática contigo?

Gerardo González Guzmán

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